Así se produjo la riada de Valencia de 1957

14/10/16

riadaInvestigadores de la Universitat Politècnica de València, pertenecientes al Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente, han realizado un exhaustivo trabajo que permite mejorar el conocimiento de la riada de Valencia de 1957, de la que se cumplen ahora 59 años. La principal innovación del trabajo reside en  que el estudio se ha llevado a cabo desde el punto de vista hidrológico y sedimentológico, algo que no se había hecho hasta estos momentos. Sus conclusiones se publicarán en el próximo número de la revista Ingeniería del Agua.

El trabajo, desarrollado por Cristina Puertes y el director del IIAMA, Félix Francés, analiza además las posibles consecuencias de un evento similar, teniendo en cuenta el cambio de usos del suelo, especialmente el incremento urbano en la parte baja de cuenca, y las medidas actuales frente a inundaciones de la ciudad. Entre sus conclusiones constatan cómo la construcción del nuevo cauce del Turia y la finalización del embalse de Loriguilla “permitiría almacenar todo el volumen de agua proveniente desde aguas arriba, en el caso de la primera onda, y evitaría que se reprodujera un suceso de tales dimensiones, a pesar del incremento de superficie urbanizada en las partes media y baja de la cuenca”, apunta Félix Francés, director del IIAMA.

Para el estudio hidrológico y sedimentológico, Cristina Puertes analizó detalladamente la reconstrucción del hidrograma de la crecida realizado por Cánovas en 1958 a partir de los niveles observados en el Puente del Real. Asimismo, también estudió la información proporcionada por los encargados de las centrales hidroeléctricas que al encontrarse en servicio y ser sorprendidos por la avenida, “se convirtieron en testigos, obteniendo los niveles alcanzados por las dos ondas de crecida en algunos puntos de la cuenca” indica Cristina Puertes. Como resultado de este estudio se constató mediante la modelación realizada que el hidrograma estimado en 1957 es coherente con las lluvias registradas, ya que existían serias dudas sobre su fiabilidad. Es más, esta coherencia sólo era posible si se incluyen en la modelización la erosión, transporte y deposición de los sedimentos de la cuenca.

En su estudio, el modelo hidrológico y del ciclo de sedimentos que empleó fue el software TETIS, desarrollado por el Grupo de Investigación de Modelación Hidrológica y Ambiental (GIMHA) del IIAMA desde 1995. De este modo, el modelo hidrológico se implementó en el estado actual de la cuenca (1990-2013) tanto a escala horaria como diaria y se aplicó en el evento de 1957, con los cambios necesarios respecto de las infraestructuras (embalse de Loriguilla y Nuevo Cauce del Túria) y de los usos del suelo para tener en cuenta el menor grado de urbanización de aquella época.

En las conclusiones del trabajo, la investigadora del IIAMA-UPV apunta que, aunque las precipitaciones de los días 11 y 12 no fueron de gran intensidad, “sí que contribuyeron a aumentar la escorrentía, dejando el terreno prácticamente saturado”. Así, es la tarde del día 13 cuando se desencadena el régimen tormentoso que se prolonga hasta la noche.

En el estudio, se destaca además la importancia de la estructura espacio-temporal de la precipitación de los días 13 y 14, así como el desplazamiento noreste del epicentro de la tormenta, que provocó que las aportaciones de los afluentes al cauce principal fuesen acumulándose. “Todo esto provoca que el cauce se desbordara a su llegada a la ciudad al no poder desaguar tal cantidad de agua”, indica la investigadora.

Esta avenida extraordinaria se produjo como consecuencia de lo que se conoce como un “proceso convectivo de mesoescala” que afectó fuertemente a la cuenca media y baja del río Turia, con precipitaciones superiores a los 100 mm en 24 horas. Éstas causaron una primera onda de crecida que llegaba a Valencia a las cuatro de la mañana del día 14 con un caudal máximo de 2700 m3/s (metros cúbicos por segundo), y una segunda onda de crecida que llegaba a las dos y media con un caudal máximo de 3700 m3/s. Estos dos desbordamientos dejaron la ciudad sumida en la catástrofe, con 81 víctimas, miles de damnificados y cuantiosos daños materiales.

Sin embargo, Cristina Puertes asegura que actualmente no tendría lugar este suceso ya que las medidas adoptadas permitirían que la mayor parte del volumen transportado por la primera onda “se almacenase en el embalse de Loriguilla”, mientras que la segunda onda de crecida llegaría al “Nuevo Cauce del Turia, que dispone de una capacidad de evacuación de 5000 m3/s”.