València, mi tierra; donde nací, aprendí y sigo aprendiendo


Pilar Roig. Profesora emérita de Universitat Politècnica de València (UPV)
Como siempre digo, yo represento a un equipo y esta distinción que el Ayuntamiento de València ha decidido otorgarme, nombrándome hija predilecta de nuestra ciudad, es en realidad un reconocimiento al trabajo que llevo realizando en nuestra universidad con todo ese equipo. Me preguntaban el otro día qué le evoca a Pilar Roig la ciudad de València. Y para mí lo es todo. Es mi tierra, donde nací, donde aprendí desde bien pequeña con mi familia, donde me enamoré del arte gracias a mis padres -los dos estudiaron Bellas Artes; y es la ciudad donde he llevado y sigo llevando a cabo algunos de los proyectos que han marcado mi vida.
Hablaba de mi padre; yo siempre hablo de él. Era un valenciano de pura cepa, un apasionado de su ciudad, que hizo por ella lo indecible. Fue restaurador municipal, también el primer catedrático de España en su disciplina y, sin duda, uno de los grandes responsables de que hoy podamos disfrutar de algunas de las joyas del patrimonio cultural valenciano. Él ha sido mi gran referente y, por ello, recibir este reconocimiento de mi -su- ciudad no puede hacerme sentir más orgullosa.
Además, esta distinción es muy importante también para todos los que trabajamos en el campo de la conservación y restauración del patrimonio cultural. ¿Por qué? Porque contribuye muchísimo a poner en el mapa esta disciplina, que es uno de los pilares de mi vida.
Agradezco enormemente al Ayuntamiento de València, al Pleno, a la alcaldesa, a cada una de las personas que han pensado que merezco -merecemos este reconocimiento- que hayan tenido en cuenta la importancia de la restauración para preservar nuestro patrimonio y nuestra historia. También a mi universidad, la Universitat Politècnica de València, que siempre confió en nosotros.
Con el trabajo de profesionales como los del Instituto de Restauración del Patrimonio de la UPV, estamos contribuyendo a que la ciudadanía pueda redescubrir monumentos maravillosos que estaban casi ocultos. Así pasó con la Iglesia de San Nicolás, que antes prácticamente nadie conocía y hoy es un referente no solo en la ciudad, sino en todo el mundo. Estamos devolviendo la memoria a València. Y por eso, este reconocimiento es tan importante no solo para mí, sino para todo nuestro equipo.
Y es un aliciente para seguir trabajando por y para nuestro patrimonio. Mientras escribo estas líneas, encaramos ya el tramo final del gran proyecto de mi vida: la restauración de las pinturas de la Iglesia de los Santos Juanes. Un proyecto que, bajo el mecenazgo de la Fundación Hortensia Herrero y con todo el equipo del IRP de la UPV, devolverá un trocito a esa ciudad que – ¡vaya orgullo para mí! – ha decidido nombrarme hija predilecta.
Solo añadiré una palabra más. ¡Gracias! Una palabra que va dirigida a todos los que nos han creído y creen en nuestro trabajo. Y, por supuesto, a los profesores del departamento de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Facultad de Bellas Artes, a los investigadores y técnicos. Y dejo para el final al pilar de mi vida: mi familia, mi marido y mis hijos y nietas que siempre me han apoyado.

Con el apoyo de:
