Urbanismo e islas de calor: El espacio público como infraestructura microclimática

21/07/23

Juanjo Galán Vivas

Juanjo Galán Vivas, profesor del Departamento de Urbanismo, Escuela de Arquitectura, UPV

Los efectos del cambio climático y la subida de temperaturas se hacen sentir cada vez con más fuerza en el planeta; especialmente en las ciudades, donde el asfalto de las calles y los materiales constructivos acumulan calor, y donde los vehículos y maquinaria emiten un calor suplementario que difícilmente encuentra salida en el denso entramado urbano. Como consecuencia de ello, se generan las llamadas islas de calor, caracterizadas por presentar temperaturas varios grados superiores a las del entorno.
En este contexto, las ciudades mediterráneas ofrecen oportunidades y retos específicos que debemos considerar al afrontar la adaptación y mitigación del cambio climático. Entre las oportunidades, figura su estructura tradicionalmente compacta y multifuncional, que posibilita la creación de zonas de sombra y que permite a los ciudadanos realizar su vida diaria en una reducida distancia (ciudad de los quince minutos). Entre los retos, y como contrapartida de sus propias virtudes, cabe destacar la fuerte limitación y competencia por el uso de los espacios no edificados.

Los refugios climáticos constituyen espacios en los que la población puede protegerse de las altas temperaturas y de los riesgos que implican para su salud o bienestar. En contraste a los espacios privados climatizados asociados al consumo, como los centros comerciales, de ocio, o supermercados; los refugios climáticos se vinculan a espacios interiores y exteriores de carácter público, entre los que cabría incluir calles, plazas, parques y edificios destinados a equipamientos.

Para el acondicionamiento y mejora de dichos refugios disponemos de múltiples soluciones, entre las que se incluyen el incremento de las superficies permeables y el arbolado, la inclusión de pórticos y toldos, la disminución de las zonas asfaltadas, el uso inteligente y eficiente del agua, la disminución del uso de vehículos privados, o la reconceptualización de las bibliotecas, museos, centros sociales y culturales, equipamientos deportivos, o estaciones de transporte como espacios más multifuncionales y frescos. Dichas soluciones nos permitirían integrar el conocimiento acumulado, y a menudo olvidado, en las ciudades y pueblos mediterráneos, con las posibilidades brindadas por las nuevas tecnologías, arquitectura y urbanismo.

Es más, independientemente de la generación de refugios puntuales, debemos aspirar a que el conjunto del espacio público urbano funcione como una infraestructura microclimática cómoda, inclusiva, y que invite a la interacción social incluso en situaciones de calor o insolación extremas. Dicha aproximación nos permitiría de hecho, contribuir desde un problema específico a la consecución de un objetivo más general: la generación de ciudades más sostenibles y resilientes, tanto en los barrios de nueva construcción como en los tejidos urbanos existentes.

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