Los verdaderos retos del turismo que nadie parece abordar
Pau Alonso-M. Fernández
Centro de Investigación en Arquitectura, Patrimonio y Gestión para el Desarrollo Sostenible PEGASO
La industria turística ya se ha recuperado y superado las cifras pre-pandémicas. Según un informe presentado por la Organización Mundial del Turismo, organismo de las Naciones Unidas, esta recuperación se debe en gran medida al aumento de la conectividad aérea mundial.
Parece irónico por partida doble dado que, por un lado, la hipermovilidad fue el principal factor de expansión del virus y, por otro, que el transporte es de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero que tendríamos que estar reduciendo drásticamente, en especial del transporte aéreo, puesto que precisamente es la industria turística de las más afectadas por los efectos del cambio climático.
El cambio climático es de los mayores retos a los que se tiene que enfrentar el turismo, y lo tiene que hacer de forma decidida. Este reto recae principalmente en el ámbito de la sostenibilidad ambiental, pero también es del ámbito de la sostenibilidad económica, por lo que supone el cambio climático a Estados como el español, donde la contribución del turismo al PIB es casi del 13%, pero también por cómo afectará, no solo a la bajada de las ganancias privadas, sino sobre todo al aumento del gasto público para asumir estos impactos.
El cambio climático implica abordar cuestiones como el aumento de las temperaturas (sólo recordar el “invierno” de 25 °C que tenemos en València), la disponibilidad de agua potable en épocas punta de turismo, la de nieve en las estaciones de esquí, la subida del nivel del mar o las tormentas más fuertes y frecuentes en unas costas sobre-hormigonadas y con infraestructuras turísticas en riesgo o que hay que rehacer repetidamente, son algunos ejemplos de cómo afecta y afectará cada vez más intensamente el cambio climático al turismo.
Para combatir sus efectos, disponemos de dos estrategias: adaptación y mitigación, y ninguna de las dos se implementa de forma decidida en las estrategias turísticas, más allá de hacer pequeños avances en el consumo del agua, separación de residuos o alquiler de coches eléctricos en vez de gasolina, acciones que quizás contribuyen (mínimamente), pero que ni se aproximan a abordar la verdadera escala del reto.
En la tercera dimensión de la sostenibilidad, la social, es donde encontramos otro gran reto del turismo que nadie parece abordar. Tenemos ciudades que se convierten en escenarios, perdiendo la identidad y autenticidad, donde la vivienda de alquiler es inalcanzable para la población local, tenemos trabajadoras en el umbral de la pobreza a la vez que multinacionales turísticas con sedes en paraísos fiscales que exportan los beneficios mil millonarios, hay impactos para la salud graves derivados de las emisiones de cruceros, aviones y vehículos motorizados, que no dejan de aumentar, que se traducen en mortalidad, pero sobre todo en morbilidad cada vez más elevada y compleja.
Son problemas globales, pero desde el turismo, como industria eminentemente global que es, se podría contribuir de forma muy significativa, siempre que se aborden. Desde el ámbito académico ya se ponen a disposición de los entes decisores herramientas y metodologías para abordar estos retos, y desde las administraciones, a través de sus planes y estrategias, se ve intención, pero en el contexto actual, hay que acelerar y ser más contundentes en la puesta en práctica.